Como cada verano no puedo evitar fijarme en los niños jugando en la playa, mejor dicho, en los ojos de los niños que juegan en la playa, de-formación profesional, lo admito. Y es que no deja de asombrarme el hecho de que la gran mayoría, por no decir TODOS, pasan el día entero jugando entre el agua y la arena sin ningún tipo de protección ocular.
Completamente embadurnados de crema y con sus padres sentados debajo de la sombrilla enfundados en el útlimo modelo de gafas de sol que se lleve esta temporada. Estampa cuánto menos contradictoria.
Cualquiera que no se dedique a esto justificará esta situación alegando que los padres desconocen o no están lo suficientemente informados respecto a los efectos nocivos de los rayos solares en los ojos de sus hijos, si en la piel, pero no en los ojos. Pues bien, tengo que decirles que esto no es del todo cierto. Criticar es facil, así que empezaré de puertas para adentro para decirles que muchos de mis familiares y amigos hacen caso omiso a mis recomendaciones, y lucen los bonitos ojos de sus retoños en la playa con total alegría y despreocupación.
Lo mismo pensaran mis colegas de profesión con todos aquellos pacientes y padres a los que les insistimos, casi rogamos en algunos casos,que protejan a los pequeños del sol… pero es que primero está la crema, luego está respetar las horas de la digestión, y los ojos… bueno, en la vida todo es cuestión de prioridades. Dejemoslo ahí.
